Uno de los rasgos más particulares en nuestro país Colombia, ha sido la constante creación de mitos a raíz de los acontecimientos que surgen de enfrentamientos violentos que han dejado fuertes cicatrices en nuestros habitantes, por ello es imposible no pensar que seré una víctima directa al viajar a San Vicente del Caguán por todos los sucesos que han pasado gracias a los enfrentamientos entre varios grupos de las FARC, paramilitares y el mismo gobierno, pero es importante rescatar los ojos de lucha y esperanza con los que me encontré en un pueblo tan grande y tan trabajador.
En el viaje tuve la amarga sorpresa de alimentar en parte los mitos que rodean al colombiano como un tramposo sin compromiso por ser víctimas del robo, factor que nos indispuso bastante por ello, la llegada a San Vicente estuvo llena de dudas, de miedos, de preguntas y de mucho interés en comprender un contexto para cambiar el mito en mi cabeza de encontrarme con un pueblo violento y resentido a causa del dolor de la historia escrita por la guerra. Tanto era el miedo que nos rodeaba que al llegar no queríamos bajar de nuestro medio de transporte y buscábamos con ansia una señal de las personas que estaban encargadas de protegernos de cualquier evento en el lugar. Al mezclarnos un poco con el pueblo, nos surge la idea de reunir en grupo algo de dinero para nuestra compañera, lo que me hizo pensar inicialmente en un equipo comprometido con todos y todas. Así comienza una aventura de desmitificación en cuanto a las concepciones citadinas de San Vicente del Caguán porque pude evidenciar en los habitantes del pueblo que no había nada mejor que caminar. El ambiente era fresco por la naturaleza y fresco por la tranquilidad de las personas que se encontraban trabajando o en misa, pero recuerdo esa mezcla de pan caliente con árboles de parque que lo hacían exquisito por mi necesidad de un buen desayuno.
Una de las primeras desmitificaciones que tuve fue la presencia de los hermanos, pues los imaginaba a todos unos ancianos gruñones con ganas de acabar con nuestros sueños de poder comprender una nueva visión de San Vicente del Caguán, pero ellos fueron los promotores de iniciar ese proceso de transformación mental propia.
Ver como la naturaleza se apropia de los campos de San Vicente y más dentro de las mismas aulas del IEN Dante Alighieri, colegio que nos abrió las puertas para comprender el mito de la guerra en San Vicente, me hace pensar en la verdadera paz que genera el conocimiento que adquieren diariamente los estudiantes de la institución que son COLOMBIANOS. Además, cabe resaltar la pertenencia de estos jóvenes, el amor y la entrega por cuidar su hogar, por respetar a los que serían sus padres, los docentes y por compartir y reproducir una verdadera amistad con sus compañeros que no serían simples amigos sino hermanos. Es entonces cuando me pregunto estando allí, ¿dónde está el mito del peligro al conocer San Vicente del Caguán, un pueblo que está entre la paz de la naturaleza?
De pronto sea un alma soñadora, de pronto mis lectores me llamarán ilusa o incluso, ciega ante la violencia que se esconde en las ramas de un inmenso bosque amazónico, pero aun así, como nacen árboles enormes de la tierra con raíces gruesas y poderosas que llaman el agua en San Vicente, una semilla se logra clavar en mi corazón con esta visita pensando en todo lo que podría compartir con mis hermanos. Siento que mis sueños pueden crecer como las aves que logran abrir sus alas y emprender un vuelo sobre toda la selva amazónica; siento que mis deseos de construir nuevas realidades, dejan de ser utopías en un pueblo dispuesto a escuchar lo que tengo en el alma; siento que la Ciudadela Amazónica donde se aprende a usar la naturaleza que ofrece el ambiente, es otro sendero para comprender nuestra inteligencia humana y finalmente siento que el Río llamado el Caguán, se convierte en el mejor ejemplo para desmitificar un pueblo que representa las palabras EMPEÑO y ESFUERZO ya que como se mueven las aguas se mueven nuevos tiempos de paz y reconciliación en donde los jóvenes de las diversas instituciones educativas del pueblo, son los promotores de cambiar el mito por realidades.
Sólo me resta decir que espero que mis deseos se conviertan en realidades y que mi proyecto de investigación sea una excusa para construir paz alejada del mito.