En san Vicente hay un empuje de superación, se está trabajando en la elaboración de un entorno pacifico que ayude a olvidar la estigmatización que se le da a esta región.
Hace seis días junto con el grupo de investigación (trabajo de grado II de la Universidad de la Salle) tomamos una flota y tomamos rumbo a San Vicente del Caguán para ver de primera mano que íbamos a encontrar. Llegamos a nuestro destino a las 10:30 de la mañana, esperábamos encontrar el terminal, pero contario a lo que se piensa allí no lo hay, descendimos del bus rumbo a buscar algo de comer y luego encontrarnos con los hermanos, quienes muy amablemente nos acogieron. Al atardecer de ese mismo día decidimos buscar algo de comer y nos encontramos con las tradicionales hamburguesas de plátano.
Al día siguiente nos levantamos muy temprano nos arreglamos y nos encontramos con los hermanos para ir a la IEN Dante Alighieri, lugar en donde hallamos un entorno agradable con gran vegetación, zonas verdes espaciosas, aulas especializadas en donde los alumnos circulan de un lugar a otro para cambiar de ambiente, disponerse para la clase e impartir sus conocimientos junto la compañía del maestro.
Cada clase a la cual se tuvo la oportunidad de asistir cada día nos impacto demasiado y rompió los imaginarios que se tenían respecto a la enseñanza, pues los estudiantes no eran pasivos, sino seres inquietos por aprender, además de una amplia visión para la vida. Ni hablar de los maestros demostraban la vocación, el amor, la pasión por enseñarles a los niños, mostrándoles la realidad del entorno en el que viven y una contextualización del mundo de hoy al cual se enfrentan.
Tuvimos el honor de ver la preparación de la revista gimnastica llamada coloréate de paz, actividad que tendrá lugar el día 23 de abril, su objetivo es integrar la institución.
Faltando unos pocos días para regresar a la ciudad, fuimos afortunados pues el hermano Fernando Giraldo nos dio la posibilidad de visualizar un libro llamado lagrimas del tiempo escrito por el autor Carlos Perdomo, quien recoge la historia de San Vicente del Caguán; también se recorrió el rio Caguán en lancha y conocimos una pequeña playa que allí había, a su vez el hermano nos dio el privilegio de practicar el francés y saber algo de su vida.
Restando solo unas pocas horas para regresar tuvimos el orgullo de conocer la Ciudadela Juvenil Amazónica Don Bosco, un lugar inmenso lleno de vegetación en donde se busca la formación de los jóvenes que se forman para ser líderes en sus veredas, aprenden no solo lo académico sino también como vivir el día a día.
Finalmente, regresando a Bogotá y analizando cada paso que se dio en este bello lugar que esconde la selva amazónica, nos quedaron ganas de volver y hacer parte de la transformación que se está buscando, romper ese ruido impetuoso que circula en la mente de los diferentes contextos, no solamente en Colombia sino en todo el mundo; que se sepa que es lo que realmente quiere su población y por lo que se está transformando.