Hace un tiempo un profesor dijo en clase que durante la investigación es necesario eliminar los ruidos (prejuicios) ya que estos no nos permitían llevar a buen término un proyecto porque se empieza a construir sobre posibles mentiras. Hasta ese momento, yo aplicaba tal teoría en los textos de la academia, pero mi experiencia en San Vicente del Caguan fue algo completamente diferente.
Creo que los papas de los integrantes del semillero Jingra Impas no creerán que este tan mencionado municipio tienen más aspectos buenos que malos, que no es un hueco o una mina de violencia.
Nos alistamos un domingo en la noche, un viaje de 13 horas y al llegar, el clima nos dio la bienvenida con una fresca llovizna durante el primer día, y notamos que estaba feliz de tenernos en sus tierras pues durante cuatro días de estadía nos mostró todas sus caras. Sentir el verde de esta región tan diferente al que he visto en otras partes de Colombia, es un verde vivo que huele a prosperidad. Con un comercio enorme, algo que me sorprendió de buena manera encontrar en un lugar tan poco turístico, pero me dio a entender el gran empuje del sanvicentuno.
Posiblemente no solo nuestros padres sino también muchos de los que lean esta reflexión no creerán lo siguiente, y es que los ocho integrantes que realizamos esta aventura deseamos volver, y muy pronto. Para mí, este anhelo surgió por dos experiencias; la primera fue nuestro acercamiento la IED Dante Aligiheri, un colegio lasallista con un sentido de pertenecía enorme, un amor por su municipio, su institución, su labor. Esta institución nos dio a entender que la educación no es algo externo del Caguan, sino todo lo contrario, esta es la brújula indispensable que guía a la juventud del municipio.
La segunda experiencia fue conocer a la hermana Rubiela, rectora del proyecto más admirable que he conocido, la Ciudadela Amazónica. Cerca al casco urbano del municipio, este es un proyecto macro que en definitiva, no se habría podido lograr sin la pasión, el compromiso y la fraternidad de la hermana y los muchachos que se benefician del proyecto; y eso lo pude notar su relato, en el amor que acompañaban sus palabras al relatarnos sobre el funcionamiento de la ciudadela. Este hermoso lugar responder la necesidad de capacitar a jóvenes que han sido vulnerados por el conflicto, el aprendizaje agropecuario, la producción de alimentos, el aprendizaje en cuanto a liderazgo, cambio climático y paz son tan solo unos de los tantos programas en los que son formados los caqueteños.
Junto a mis compañeros queremos volver no como turistas, sino como constructores o colaboradores en la formación de una juventud que tiene las ganas de progresar, cambiar su historia y la visión que tiene hacia ellos el forastero. Junto con docentes apasionados por su quehacer y comprometidos con su comunidad, queremos aprender qué es estar al servicio de quienes lo necesitan, qué es educar más allá de las disciplinas, qué es conseguir un objetivo en conjunto. Lo que se dice de San Vicente del Caguan hace parte de su pasado, un pasado que ha llevado a su población a trabajar fuertemente desde la educación para superar los dolores y las caídas, y lo está logrando gracias al compromiso de valiosas personas que dan a entender a quienes visitan el municipio que la visión que se