Nos enteramos sobre la importante e histórica noticia de que el gobierno y las FARC habían llegado a un acuerdo para el cese al fuego bilateral, y la desmovilización de la insurgencia. Se acerca el fin del conflicto armado entre estos dos actores, y hay muchos más que sienten y ven las oportunidades que este hecho le podría brindar para la paz anhelada de casi todo un país. Pero ¿qué para los tajamonae, nuestra familia en el resguardo? ¿Qué oportunidades les brindará a ellos?
Llevábamos 4 días en el resguardo y estábamos aun digiriendo todo lo que habíamos aprendido mientras acompañábamos a algunas comunidades que participaron en La Minga Agraria Campesina, Étnica y Popular, la cual había culminado unos días atrás con la re-activación de la mesa única de negociación entre el Gobierno y La Cumbre.
Durante el paro, vimos cómo la violencia que ha atropellado a Colombia por los últimos 70 años se manifestaba esta vez a través de la estigmatización y la criminalización por parte de las instituciones del orden público hacia aquellas personas que se encontraban realizando todas las actividades que reúne La Minga: La asamblea, el intercambio, el bloqueo, el ritual y el compartir.
Somos de esta tierra, pero no vivimos aquí, por eso se nos hace difícil entender realmente lo que significa ser esas personas que día tras día participan en la construcción de paz desde sus territorios. Afortunadamente en el resguardo estas cosas difíciles son fáciles de digerir. No hay lugar como el Resguardo Gavilán Pascua para entender lo que significa construir paz en el país.
El Vichada: ‘Tierra de hombres para hombres sin tierra’. Así lee el lema del departamento, que se creó al parecer, sin el conocimiento de que en el territorio habitaban hombres, mujeres y niños indígenas.
Es aquí donde hacemos presencia. Donde visitamos viejos amigos y conocemos las historias, las vivencias y experiencias de una comunidad diferente a la de nosotros, y con mucho por brindarnos. Por su conocimiento ancestral, por su sabiduría sagrada y por sus costumbres que nos hablan de otro mundo, con otra lógica, compleja y atropellada pero intacta en su diferencia y su valor.
Para aquellos de nosotros que tenemos el privilegio de ir al Resguardo como Profesionales Amigos, una, dos o tres veces, cada visita es una oportunidad de hacerse amigo del resguardo, de sumergirse en su lógica con el fin de sentirla para poder quizás amplificarla y conservarla. Y cuando ocurren pequeños gestos que nos atan aún más, un nuevo ahijado o una nueva amistad, los compromisos se hacen más reales y es necesario tomar un paso atrás para acordarnos que la paz del resguardo reside en su autonomía, la cual está bajo constante amenaza.
Cuando hacemos las jornadas de atención médica con ‘La Doctora’ y nos enteramos que no hay cáncer, no hay diabetes, no hay condiciones crónicas pero que tampoco hay una ambulancia o un puesto de salud para atender el mas mínimo caso de salud. Eso es una amenaza.
Cuando nos enteramos que 27 trabajadores y trabajadoras del resguardo no han sido pagados por su labor en un cultivo de palma y en cambio han sido engañados e irrespetados al no pagarles su sueldo por más de año, eso es una amenaza.
Cuando vemos cómo las personas, en su necesidad, se hacen dependientes de iniciativas cuyas lógicas no coinciden con aquella que habla de autonomía y valor, eso es una amenaza. Y nos preocupan estas amenazas.
Pero son esas mismas amenazas las cuales nos dan valor, porque recordamos que la paz se construye en el territorio, desde las comunidades hacia fuera, que las pautas y los patrones las marcan las lógicas de la autonomía y que solo en la medida en que los compromisos que asumamos con y para el desarrollo de nuestros parientes y su territorio, estén dirigidos a la autodeterminación como fuente de poder, podremos decir que cumplimos nuestro deber como Profesionales Amigos.