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Un reto académico y personal

Conocer, admirar y apreciar todo el paisaje natural que ofrece Colombia es la oportunidad perfecta para descubrirnos como personas y reconocer la diversidad cultural con la que contamos, es un verdadero paraíso que muchos extranjeros desearían tener, el Caribe, el Pacifico, los Andes, la Amazonia y la Orinoquia, comprende 1.141.748 Km2 de superficie terrestre y 928.660 km2 de dominio marítimo. Un territorio extenso con una riqueza natural amplia que encanta a la vista y enamora con la calidad de personas que viven en el anonimato.

Poco a poco y con gran esfuerzo he tenido la grata oportunidad de conocer una pequeña parte de mi territorio, comenzando por el departamento de Cundinamarca y extendiéndome hasta el departamento del Atlántico. Cada uno de esos viajes tienen sus experiencias, anécdotas y sin lugar a dudas una comprensión de la dinámica social y económica en la que vivimos.

De la misma forma como comencé a conocer mi país, una idea nacía con miras a la acción, el pensamiento ya estaba y fue así como un excelente proyecto y grupo de personas me llevaron a dar vuelta y ver que Colombia es más que playa, brisa, mar y extensiones de territorio explotadas por diversas culturas que aunque en algunas permanecen en otras se deterioran y mueren. Sería un acto irresponsable decir que conocer el departamento del Vichada estuvo dentro de mis planes, pero al conocer la grandeza de sus bosques, caños, caminos y una excelente comunidad indígena llamada “Gavilán-La Pascua” hoy me obligan a volver y conocer la forma en que ven el mundo.

En cada momento que pasaba de este viaje, las sensaciones iban cambiando, desde Bogotá un equipo logístico trabajaba arduamente para llevar a cabo toda una actividad planeada con tiempo para ser ejecutada con liderazgo y responsabilidad. A un segundo equipo ubicado en La Primavera les acontecía lo mismo, las complicaciones aparecían y llamada tras llamada nos acercaban más al objetivo de conocer y maravillarse de la comunidad indígena Sikuani, Piapoco y Cuiva. Ese era mi aliento para continuar y cumplir las expectativas que la Escuela de Liderazgo quería desempeñar.

En el terminal de Bogotá, en el autobús con destino a Villavicencio, en el aeropuerto Vanguardia de Villavicencio, siendo las 7:00 a.m. a bordo de la avioneta HK-4773, seguían las sensaciones presentes pero con la convicción de haber superado en equipo la adversidad por el viaje: se daba muestra de la buena ejecución administrativa en situaciones externas que se presentan a diario. Para colmo de males aquellas situaciones siguieron presentándose durante la jornada, aquellos momentos de tensión se convirtieron en preguntas y pocas respuestas. Sucesosque acontecieron para el fortalecimiento del equipo base y para confrontar nuestro pensamiento + acción en el objetivo de la jornada “Escuela de Liderazgo Indígena para la Organización Territorial y el Gobierno Propio”.

La incertidumbre de cada noche al evaluar el trabajo realizado durante el día, era la sensación más significativa que pude encontrar en esta experiencia. Me enfrentaba a mi recorrido académico y a cuestionarme a mí mismo sobre el ser capaz de cargar con un título profesional. Nuevamente muchas preguntas, pocas respuestas me llevan al extremo y quizá a formularme la pregunta más retadora llena de motivos académicos ¿Qué hago cuando no sé?

Ese pequeño vacío que sintió usted señor lector, al dar respuesta a esta pregunta, significa la responsabilidad que debe tener la persona como actor social y profesional que necesita este país. En la cultura que vivimos, determinada por el interculturalismo, aceptamos que todo mundo tenga su cultura, que coma lo que quiera, que tenga sus preferencias, su identidad, que lea lo que quiera, que estudie lo que quiera, etc., un menú tan amplio de posibilidades que la única forma de responder esta pregunta nace de las experiencias significativas y bien trabajadas, convirtiendo la reacción en proposición y por qué no en una propuesta de desarrollo e inclusión cultural que rescate al hombre de su lucha constante de ser dueño del mundo y no del conocimiento.

Fue tan significativa e importante la jornada que ni siquiera un descanso se necesitó para asumir nuevos compromisos, un tinto servido, dejado en la mesa y bebido al finalizar la jornada mostraba el compromiso de la comunidad. En sus rostros se veía la responsabilidad de corresponder a sus antepasados, sus capacidades desbordaban toda su imaginación que desvelaba su atención para impedir la muerte de su cultura reafirmando la necesidad de su próximo festival llamado “La Flecha de Oro”. Gracias a su reconocimiento como etnia cultural y trabajo exitoso guiado por Profesionales Amigos sus propias propuestas retomaban su dirección y le daban fuerza a su acción.

Nunca imaginé escribir tan pronto acerca de una experiencia de trabajo que alimentara mi espíritu académico. La experiencia vivida no se logra imaginado las aventuras que se puedan tener, por el contrario, disfrutar el recorrido teórico apoyado de una experiencia en la práctica, trabajar con constancia la construcción de aquellos marcos que sólo el campo experimental puede ofrecer y la disciplina con que se asuma un proyecto, es la experiencia de campo que se debe ofrecer a la comunidad estudiantil.