Es la mañana del lunes, estamos en una pequeña casa con la comunidad de San Rafael en el resguardo indígena de El Gavilán – La Pascua. La familia se encuentra en común unidad disfrutando de una leve brisa llanera mientras el sol se alza en busca de su cenit. Sobre un tanque de agua en desuso descansa la piel del lomo de un león, cazado en la extensa llanura y a la espera de un sol apical que seque y conserve la pieza para las fiestas próximas a celebrar. Al mismo tiempo en la misma extensa llanura donde habitan los leones ahora juegan los niños, sobre la tierra y entierrados, en contacto directo con el mundo que les rodea, desprovistos de miedos por jugar con la naturaleza. Cuando nos ven, a mi compañero y a mí, en sus ojos se devela un misterio que desde allí sonda en torno al hombre blanco, miradas distantes a la espera de una reacción que se reservan toda suerte de comentario; en silencio nos preguntan qué hemos venido a hacer.
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El misterio no excluye a los miembros mayores del resguardo, su silencio en otro idioma ha madurado pero no ha cesado. Inmerso en la torpeza de ver lo nuevo me deslumbro por el apabullante mundo de las relaciones viscerales con el territorio. Al sentarme entre ellos escucho por primera vez, en lengua ajena, rompiendo el silencio; el bowei. Saltan todos al compás de la risa y tengo razones de sobra para aseverar que yo soy el objeto de su risa, y que el término es un apelativo al soberbio hombre blanco. Alguien particularmente nuevo ha entrado en la comunidad con fachas y ademanes fuera de lugar, alguien desentona; yo. La bota de los jeans doblada casi a la mitad para poder caminar entre los caños; mis chanclas de industria colombiana y marca “Super Bueno” teñidas de amarillo tierra gracias al polvo que levanta la moto al pasar; camiseta esqueleto rayas horizontales y encima una descolorida, descosida, o acaso desvencijada camisa de rayas verticales; barba desordenada que crece a su voluntad; un sombrero, o Yorei, presumo que de moriche, con ala ancha anchísima en proporción con mi cabeza, que goza del privilegio de tener un tamaño mayor al promedio; bowei, reímos con ellos. De inmediato pensé que no es la primera vez que me hacen sentir que soy el hermano menor, pero también que reírnos de nosotros mismos permite una relación horizontal donde sea efectivo el intercambio de saberes. En días pasados quedé desconcertado por ser llamado profesor en otras comunidades, como si estudiar arquitectura en la universidad me permitiera un conocimiento integral o universal e incluso superior al respecto, cuando la verdad es que la brecha entre la teoría y la práctica es un abismo que aún no he saltado. Mientras hacemos relecturas de los principios de Vitrubio o de las teorías de arquitectura moderna de Le Corbusier, en el resguardo han instalado una cimbarrán en la cual construyen casas que cumplen con los principios de utilidad, firmeza, y, por encima de todos, belleza; una serendipia de los principios de Vitrubio. Las casas realizadas en tierra cumplen, además de una propuesta de paisaje, una fuerza expresiva sin igual; qué autoridad podría tener yo para decir cómo debe hacerse la arquitectura ante esto tan maravilloso.
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Los imaginarios que se tienen de la ciudad al campo son tantos como los que se tienen del campo a la ciudad. Son muchas las ocasiones en las que menospreciamos los conocimientos que las comunidades indígenas tienen, y somos tan vanidosos de pensar que el único conocimiento valido es el que nos enseña la universidad, aparente universalidad. Creemos tener soluciones para las necesidades de la gente pero cuando hacemos esto solo ponemos en evidencia nuestras propias carencias e ignorancias. En viceversa, haberme llamado profe solo es resultado de un imaginario local sobre el hombre blanco y solo al ser llamado bowei gocé de la informalidad que satisface una amistad o sino al menos una relación horizontal de aprendizaje, donde ambas partes tenemos algo que enseñarnos. En el resguardo me llamaron profe por tanto estoy en la obligación de llamarlos también profes, sin menoscabar el conocimiento de ambas partes; no será mejor conservar la calidad de bowei y aprender con humildad y en silencio el amplio conocimiento que tienen.