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Entre aguas quietas y lunas de incubación

Entre aguas quietas y lunas de incubación


En el marco de la construcción del Sistema Municipal de Áreas Protegidas de La Primavera, Vichada en cooperación con The Nature Conservancy, compartimos una historia que nace del encuentro con una familia que cuida la Tortuga Charapa y la Terecay. Una experiencia vivencial que nos recordó la fuerza del cuidado, el saber del río y la importancia de conservar la vida desde el territorio.

Todo comenzó hace unos diecinueve años. Todavía me acuerdo como si fuera ayer, una vez en que salieron montones de tortuguitas. Era una cosa hermosa, ver tanta vida saliendo de la arena, luchando por llegar al agua. Desde ese día sentimos que teníamos que ayudarles, que no podíamos quedarnos quietos viendo cómo se las llevaban o se perdían.

Empezamos a tapar los nidos y a cuidarlas, porque había mucha gente que venía a llevarse los huevos para comerlos. Nosotros, en cambio, nos organizamos para protegerlas. Cuidamos esa primera nidada como si fuera nuestra, esperando los días de incubación, revisándolas, aprendiendo. Ver nacer a todas esas tortuguitas fue una emoción muy grande. Nos dijimos: “¡Qué lindo!”, y decidimos seguir haciéndolo.

Los años siguientes hicimos lo mismo. Nos gustó mucho esa labor. Las tortugas se ven tan bonitas cuando empiezan a salir. Desde entonces, llevamos casi dos décadas cuidando los nidos, tapándolos, esperando que nazcan, soltándolas cuando ya están listas.

Fotografía  1 – Rastros de Tortuga en playa del Río Meta. Ó Oscar Pérez Pérez.

En el 2015 llegó una compañía interesada en las nidadas. Al principio aceptamos colaborar, y durante un par de años cumplieron: después nos traían las tortuguitas pequeñas para soltarlas. Pero al tercer y cuarto año ya no volvieron a traerlas, y eso nos dolió. Cuando regresaron el quinto año, les dijimos que no entregábamos más, porque no cumplieron. Nosotros queremos ver las tortugas aquí, no que se las lleven para otros lados sin dejar nada. Siempre hemos preferido que se queden aquí, que se críen en nuestro propio río, que hagan parte de nuestro entorno, de nuestra historia.

Han venido muchas personas, muchos proyectos. Pero si se llevan las tortugas, ¿de qué sirve? ¿Cómo va a crecer la población aquí si todo se lo llevan?. Así es como venimos batallando. Ponemos de nuestro tiempo, de nuestros recursos, de nuestro cariño. Vamos, tapamos los nidos, les damos vuelta, cuidamos… aunque no siempre encontremos apoyo. Por eso valoramos tanto cuando las iniciativas piensan en la comunidad, en el territorio. Porque si las tortugas se quedan aquí, también se queda la vida.

Bueno, para terminar este pequeño resumen, quiero contarles cómo se lleva a cabo el cuidado y la conservación de la Tortuga Charapa (Podocnemis expansa) y la Tortuga Terecay (Podocnemis unifilis). Todo comienza cuando la tortuga sale a poner sus huevos, lo cual suele ocurrir hacia la medianoche. La puesta dura entre 30 y 45 minutos, y cada nidada puede tener entre 80 y 120 huevos en el caso de la Charapa, y de 35 a 40 huevos para la Terecay, según lo que hemos aprendido con el tiempo.

Fotografía  2  – De izquierda a derecha: Neonato de Tortuga Terecay y Tortuga Charapa. Ó Oscar Pérez Pérez.

Una vez termina la postura, entramos nosotros en acción con el cuidado de esa nidada. Si los huevos quedan en terreno arcilloso —que no es bueno para la incubación porque se pone muy duro con el sol o se encharca fácilmente— hacemos el traslado hacia una zona con mejor arena. Eso lo hacemos con mucho cuidado, uno por uno, manteniendo la misma profundidad y orientación de los huevos.

Marcamos la nidada, la tapamos el rastro muy bien, y desde ese momento comienza un trabajo constante de vigilancia. El período de incubación dura aproximadamente 65 días para ambas especies, aunque puede variar según la temperatura y la humedad del suelo.

Cuando la temperatura del nido está alrededor de los 36 o 37 grados centígrados, la incubación se acelera. Pero si pasa de 37,5, los huevos se cocinan, se dañan. También influye mucho la humedad del suelo. Si la playa está muy seca y no tiene barro, los huevos se desarrollan mejor: pueden nacer hasta el 95% de las tortuguitas. Pero si hay mucha agua o el suelo es muy frío, muchas veces no nacen o se mueren antes de salir. Durante esos días estamos pendientes para que el agua del río no inunde los nidos, porque eso los daña, o para que no lleguen depredadores como los zorros, las aves o incluso personas que se los puedan llevar.

Fotografía  3 – Tortugas alimentándose. Ó Oscar Pérez Pérez.

Pasados los días de incubación, hacemos la revisión de la camada. Aunque muchas tortuguitas nacen a los 60 días, no siempre salen de inmediato: ellas se quedan dentro del nido un tiempo “madurando”, ganando fuerza. En ese momento nosotros las ayudamos, escarbando suavemente y sacándolas con cuidado para que no se queden atrapadas o se debiliten. Las que nacen vivas se trasladan a un espacio controlado, donde las cuidamos entre 40 y 45 días. Allí las alimentamos con pasto tierno, hojas, fruticas como guayaba o papaya, y les damos sombra, agua limpia, y un lugar tranquilo para fortalecerse. Les hablamos, las miramos con cariño, porque ya para nosotros son parte de la familia del río.

Después de ese tiempo, cuando ya están más activas y fuertes, buscamos una zona del río con aguas tranquilas, sin mucha corriente ni presencia de depredadores, para soltarlas. Así ellas pueden adaptarse al entorno, conocer el territorio y aprender a defenderse por sí mismas. Las soltamos con alegría y esperanza, deseándoles buena suerte, con el deseo profundo de que un día vuelvan, ya grandes, a poner sus propios huevos en estas mismas playas que las vieron nacer.

Este ciclo de cuidado lo repetimos todos los años. Puede parecer sencillo al contarlo, pero en realidad no lo es. ¿Por qué no es sencillo? Porque no todas las playas están cerca ni son iguales. Hay algunas que quedan bien lejos, otras más cerca. En algunas, las tortugas ponen sus huevos muy cerca del agua, lo que es un riesgo porque si el río crece, esas nidadas se inundan. En otras, las tortugas suben más lejos, pero allá están más expuestas: los animales, y también las personas, pueden comerse los huevos. Si no hay quien las cuide, es muy difícil que sobrevivan.

Toca estar pendiente de todo: el clima, las lluvias, los animales, la presencia de personas, las distancia. Por eso no es tan fácil. Y como no se puede cuidar todo al mismo tiempo, si cuidamos una playa, descuidamos otra. Así que, si realmente queremos conservarlas, necesitamos que más personas se unan a este trabajo. Solo así podremos seguir protegiendo a la Charapa y la Terecay.

Sin embargo, seguimos enfrentando muchos retos. A veces faltan recursos para el transporte, materiales, comida para las tortugas, o hasta botas para ir a las playas lejanas. Nos gustaría tener más capacitación, materiales para marcar bien las nidadas, y apoyo continuo. Conservar a las Tortugas no es solo proteger a un animal. Es también cuidar la memoria del río, de nuestras costumbres, de la vida que compartimos en/con este territorio. Por eso invitamos a todas las personas, instituciones y vecinos a sumarse a este trabajo. Porque si las tortugas se quedan aquí, también se queda la esperanza.

Por Oscar Pérez Pérez
Promotor Ambiental

Este texto es una reflexión en el marco del proyecto SIMAP.
Esta historia surge de una actividad vivencial realizada junto a una familia cuidadora de la Tortuga Charapa y la Terecay, como parte de los ejercicios de cierre del proceso.